Por Eduard Casas i Bertet. Presidente del Grup Associat pels Serveis de Salut (GASS)
Escribir sobre la Dra. Rosa Giove en estos momentos no es fácil, pues aun duele en el alma su demasiado pronta partida.
Hace más de una década que la conocía, pues con la familia nos hospedábamos al menos cada año durante un mes en casa de los Mabit. Allí íbamos a cuidarnos un tiempo con la familia de Takiwasi, con sus purgas, sus dietas, sus ceremonias de ayahuasca y sus pláticas.
La Dra. Rosa era una mujer excepcional, con una increíble velocidad de pensamiento, con una intuición afiladísima, con una sensibilidad delicada, pero a la vez implacable y fuerte. También era muy detallista y buscaba el matiz en lo que hacía, el fondo dentro de la profundidad y más allá de ella. De hecho, sus ícaros llegaban y removían hasta los lugares que uno no sabía ni que existían en su interioridad. Y podía llegar hasta allí porque ella había explorado eso en ella misma previamente.
Un día pude compartir una jornada de su entrañable taller de máscaras con los pacientes de Takiwasi. En esa dinámica se veía como conseguía la implicación de los residentes, transformando la experiencia en una búsqueda de significados y valores que iban desde lo más cotidiano a lo más existencial. La esperaban ansiosos por todo lo que aprendían.
La Dra. Rosa solía llegar justa de tiempo a todos lados, porque siempre estaba en mil frentes y compromisos. En ocasiones me había comentado con cierta preocupación su servicio médico en la prisión, el cual lo llevaba fuera de los muros, defendiendo los derechos más básicos de la gente privada de libertad. Quizás eso la define, una luchadora por la libertad, sabiendo perfectamente que las cárceles están más dentro que fuera.
También se implicaba en las cuestiones políticas de su país, aprovechando la ocasión para analizar los políticos, su trasfondo y si estaban o no por el bien común o todo lo contrario. La Dra. Rosa no necesitaba ir de nada por la vida, a diferencia de muchos que hacen una identidad del chamanismo o de dar o tomar plantas maestras. En ese sentido mostraba una escrupulosa prudencia y humildad, señal inequívoca de lo lejos que había llegado en ese plano.
La Dra. Rosa también respondía a la definición de mujer raíz, no solo por cofundar Takiwasi, sino a nivel familiar. Ella no abandonaba, no se ausentaba, estaba presente amando a los suyos como un formidable aliado incondicional. Aun así, con toda su dulzura era capaz de ayudar a encauzar a las personas, no rehuía a decir las cosas, por duras que fuesen las afrontaba.
Quizás tantos compromisos, implicaciones y cargas están detrás de su temprano adiós, pero supongo que no podía evitar darse con generosidad hasta su última gota de energía. Plena de consciencia de que tener el privilegio de sus saberes implicaba una gran responsabilidad en el servicio a los demás. Aprovechaba el tiempo al máximo.
A la vez mostraba alegría y esperanza. Le gustaba celebrar y sorprender a traición con una deliciosa tarta de postre. Su conversación era intensa, manejando muchas perspectivas, incansable. A veces era difícil seguirla por eso, mareante. También mostraba un sentido del humor inocentemente punzante, situándose a ella misma dentro del chiste, para reírse de sus vivencias a veces desconcertantes.
Te vamos a echar de menos Rosa, pero como de costumbre eres capaz de hacer lo imposible: dejar un vacío inmenso a la vez que nos llenaste tanto de ti.